sábado, 24 de septiembre de 2011

Paraguay, el Paraíso del Trabajador

 “Encontramos tierra espléndida en Paraguay” telegrama de exploradores a William Lane 19 de enero de 1893.

The Workingman`s Paradise, dicho en castellano, el Paraiso del Trabajador; eso quisieron construir en Paraguay unos australianos; en el lugar que creyeron exacto para una “vida de camaradería, generosidad y equidad” (*). Creyeron que nuestra tierra era el sitio donde tocar con las manos su utopía socialista. “Les ofrecieron tierra para pastoreo, regada por arroyos, poblada con frondosos árboles y helechos, entre los cuales circulaban colibríes y mariposas”.

Ciento ochenta y siete mil hectáreas de una tierra verde todavía regada por la sangre que los paraguayos derramaron en la Guerra de la Triple Alianza; esa fue la oferta con que el Gobierno Paraguayo sedujo a los exploradores australianos enviados por William Lane a América del Sur para detectar el paraíso. En la región que hoy conocemos como Departamento de Caaguazú, estos australianos creyeron posible una Nueva Australia. 

En Queensland, Australia,  diez mil esquiladores de ovejas habían fracasado con una huelga de cinco meses  en 1891. Con el fuego de los ideales políticos y la incertidumbre económica de estos huelguistas tachados por el Gobierno en una lista negra, el periodista inglés William Lane –un inmigrante con ocho años de residencia en Australia - encendió otro sueño: “una utopía socialista en la naturaleza paraguaya” y puso en marcha una de las mayores emigraciones de australianos que la historia registra, convenciéndoles  de que las reivindicaciones obreras que ya la próspera  Australia les impediría realizar, podrían encontrar otro lugar en este mundo.  Así,  con ahorros de toda una vida, los adherentes a esta utopía conformaron las arcas de la New Australia Co-operative Settlement Association en 1892 y así financiaron el emprendimiento.

En tanto Lane escribía las páginas de una novela “The workingman`s Paradise” para reclutar interesados con consignas como “ La primera responsabilidad de cada uno debe ser el bienestar de todos y la única responsabilidad de todos debe ser el bienestar de cada uno,” otras páginas como las del periódico Bulletin de Sydney criticaban la empresa:  “En la creencia de que la vida entre naranjas silvestres y arbustos de yerba mate tiene capacidades que no se ofrecen en Australia, una de las expediciones más alocadas jamás concebidas desde que Ponce de León zarpara en su búsqueda de la Fuente de la Eterna Juventud o que Sir Galahad buscara el Santo Grial, está a punto de partir”.

Y en el velero Royal Tar zarpó el 16 de julio de 1893 el primer contingente de emigrantes, 220 australianos  con la proa rumbo al puerto más cercano al Paraguay. A la vera de la costanera, en lanchas y en botes, una multitud les despidió al partir; entre los presentes, unos tomaban más en serio que otros aquel sueño: “Cuenta una historia, que incluso había un grupo vestido con camisas de fuerza subido a una lancha que portaba un cartel:  `Los locos despiden a sus hermanos y hermanas`”.

(*) Todas las citas de este artículo pertenecen a la historiadora australiana Anne Whitehead contenidas en su artículo “El paraíso desubicado: Nueva Australia y Colonia Cosme" del libro de compilación "El Hilo Rojo – Palabras y Prácticas de la Utopía en América Latina".

Cruzar la línea parte el sueño en dos

La utopía socialista de los australianos en Paraguay nunca incluyó a los paraguayos. “Nos negamos  a mezclarnos con razas de color; queremos que nuestros niños sean blancos como nosotros lo somos, capaces de sostener nuestros principios y de entender nuestros ideales” (*), fue la promesa firmada por los australianos antes de convertirse en colonos. Trazado el límite al que llamaron “La Línea del Color”, la reproducción de esta raza de idealistas se daría según los planes de William Lane por medio del estímulo de la migración de mujeres australianas, inglesas, irlandesas o escocesas al “Paraíso de los trabajadores” en Caaguazú.

Grandes promesas hizo Lane a las australianas para que se animaran a esta utopía, que según él, las incluía. “Las mujeres, carentes de derechos en Australia recibían una promesa: “La asociación mantiene una absoluta equidad entre hombres y mujeres y entiende al matrimonio como inviolable. Tanto las mujeres casadas como las solteras votan y tienen los mismos derechos que los varones”. 

Pocas socialistas australianas se sumaron al sueño utópico de la Nueva Australia.  “Creían que la batalla contra el capitalismo se libraba en casa y que nada se conseguiría huyendo de ella”.

El deseo de la no mezcla era mutuo. El propio gobierno paraguayo puso como condición a los Australianos no pasar la línea del color, para no contaminar al Ser Nacional ni con con su raza, ni con sus ideales y organización política y social utópica. 

Esta acordada división “racial” establecía los códigos de la nueva convivencia sin siquiera contemplar a un tercer actor en escena: un grupo indígena, dueño ancestral de la tierra cedida a los colonos.  La utópica nueva Australia, se fundaba así, sin miramientos, en la expulsión de los guaraníes del lugar. 

Para diciembre de 1893 llegaba a Nueva Australia la segunda tanda de Colonos. En su mayoría hombres; pronto cedieron a la tentación de no cruzar la línea del color y buscaron a las mujeres paraguayas, como buscaron el alcohol, que también les estaba prohibido.

“En Nueva Australia los solteros no podían ahogar sus penas en alcohol dado que habían firmado un compromiso de abstinencia. No pasó mucho hasta que tres hombres se hartaron de la situación, se acercaron a una aldea cercana, tomaron un poco de vino con el sacerdote y coquetearon con mujeres  del lugar. Cuando regresaron a la colonia, Lane  insistió en expulsarlos por su “persistente violación a la cláusula referida a tomar alcohol”. Los hombres fueron inmediatamente separados de la colonia y acompañados por soldados paraguayos que se aseguraron que abandonaron la región”. El hecho desató el malestar de muchos colonos y abrió la grieta que pronto partió el sueño en dos.

(*) Todas las citas de este artículo pertenecen a la historiadora australiana Anne Whitehead contenidas en su artículo “El paraíso desubicado: Nueva Australia y Colonia Cosme" del libro de compilación "El Hilo Rojo – Palabras y Prácticas de la Utopía en América Latina".

Cosme: el punto final del paraíso

Sesenta y cuatro australianos se dieron una segunda oportunidad para cumplir su utopía en la tierra paraguaya. En Cosme, Caazapá,  el Gobierno  volvió a cederles un espacio de colonización. 

Liderados por William Lane, los utópicos auto-exiliados a Colonia Cosme se proclamaban “verdaderos creyentes”. Los compatriotas a quienes dejaron atrás en Nueva Australia pronto dividieron la tierra comunitaria en parcelas privadas y, teniendo hijos e hijas con mujeres paraguayas, desdibujaron para siempre la línea del color.

En Cosme, una tierra fértil amenazada por las frecuentes crecientes de dos ríos circundantes, la sobrevivencia fue la primera prueba de fuego para la utopía:“Limpiaron el monte y erigieron chozas con barro y ramas con techos de paja.  El primer año tuvieron que comprar más garbanzos y maíz, a parte del suplemento de proteínas que obtenían de la caza ocasional de monos y aglutíes, pero por lo general les perseguía el hambre.  Sin embargo, gradualmente algunos de sus cultivos –aquellos adaptados al clima -  crecieron bien y nuevas tandas de pioneros  hicieron viajes de manera independiente para unírseles” (*).

La bonanza llegó con los años y  el cultivo de la caña de azúcar, la extracción de la madera de los bosques “la infraestructura para aserrar madera, después un granero y un ingenio para moler la caña que estaba conectado por vías férreas con el campo para recibir la zafra”. 

A un Cosme con “bibliotecas de seiscientos volúmenes y un salón de juegos techado con paja donde jugaban a los dardos y el dominó, se tomaban clases en español,  se escuchaban poemas y debates sobre el marxismo,” llegó quien un día sería la más célebre de todos los utópicos australianos en Paraguay; la poeta y periodista Mary Girlmore, que hoy aparece en el billete de diez dólares australianos por la grandeza de su obra.


Mary Girlmore
 Mary llegó a Cosme idealista, soltera, sin oficio y con apellido propio: Mary Cameron. “se casó con uno de los colonos y después se volvió famosa en Australia como Mary Girlmore, Dama del Imperio Británico.”

En aquel Cosme de la utopía  los colonos leían en grupo a Shakespeare, a Tennyson, a Robert Burns;  contaban sus aconteceres en el periódico en inglés Cosme Evening Notes y pagaban sus compras con un billete propio, de validez exclusiva en la colonia, mediante un sistema de valor concebido por los seguidores de William Lane. “El salón, iluminado por parpadeantes lámparas de aceite, era el lugar donde se realizaban los bailes, y las parejas daban vueltas al ritmo de los Schottische, los caledonios y los Lancers, las mujeres con  libélulas destellando en su pelo, una costumbre paraguaya que habían adoptado. Se reunían en el enorme granero de madera que habían construido para pelar el maíz mientras cantaban  y toda la comunidad participaba de producciones dramáticas y shows de juglares”.

Ni estas bucólicas escenas ni la relativa prosperidad económica fueron suficientes para sostener la utopía socialista de los australianos en Paraguay.  Pronto se pelearon, pronto dejaron de soportar al dictatorial William Lane. Y así Lane partió para no volver en agosto de 1899.

La utopía socialista australiana en Paraguay - en 1909 y conflictos jurídicos de por medio - quedó convertida en títulos privados para  nueve familias australianas que se repartieron así el soñado paraíso del trabajador.

(*) Todas las citas de este artículo pertenecen a la historiadora australiana Anne Whitehead contenidas en su artículo “El paraíso desubicado: Nueva Australia y Colonia Cosme" del libro de compilación "El Hilo Rojo – Palabras y Prácticas de la Utopía en América Latina".